domingo, 10 de junio de 2012

-Capítulo 7


¿Puede el tiempo transcurrir con lentitud y al mismo tiempo a toda velocidad? Era una duda que desde hacía días inundaba a Amanda, en realidad solo una de las miles que la asolaban por la noche y la impedían conciliar el sueño. La verdad es que sus preguntas no trataban sobre el futuro: sobre cómo sería el primer día,a quién le tocaría de tutor o si iría a la clase de sus viejas amigas, no, esas eran las preguntas que habrían hecho saltar de emoción a la antigua Amanda. Las preguntas que le acompañaban en las largas horas de oscuridad eran sobre cómo se sentía ella misma, pues ni ella lo sabía. Notaba que todo a su alrededor zumbaba como un nido de abejas enfurecidas, sin detenerse, pero en su interior sentía un gran vacío. ¿Acaso algo en ella no funcionaba bien? Bueno, esa respuesta ya la conocía pero, ¿Llegaría a arreglarlo? En algún momento debería sentir algo, sin tener que forzar una sonrisa al notar que alguien la inspeccionaba con la mirada. Solo quedaban dos días para que tuviera que ir al instituto y la noticia ya se había propagado como el fuego, la muchacha se preguntó si acaso lo habían publicado en el periódico con un titular semejante al de: “La niña que sufrió una fuerte depresión por la muerte de su abuelo volverá al instituto ¿ya está en condiciones?” 

-Genial -murmuró al amanecer.


Aunque no lo hubieran anunciado en los medios estaba segura de que todas las madres sabían algo de ella, verdad o mentira. 


-Bueno eso ya no importa -seguramente tenía razón ¿no? Al fin y al cabo ¿qué podían hacer?- Oh Dios, espero que no se les ocurra recoger firmas o algo  parecido.


De repente sin previo aviso las comisuras de sus labios se alzaron. Una sonrisa. Se quedó paralizaba y bajó la vista para asegurarse de que era cierto y no era que se estaba volviendo loca de remate.


-Seguro que si se me fuera del todo la cabeza las madres esas conseguirían  hasta mover las montañas para echarme del instituto.


Solo de imaginarlo con sentido literal una risa se le escapó de entre sus adentros. Algo vibró dentro de ella. Algo que llevaba mucho tiempo esperando. Ya estaba. Ya lo había conseguido. No es que fuera a cambiar las cosas con solo eso, pero ¡había conseguido reírse! De pronto todo en su habitación se detuvo, ni siquiera oía el molesto ruido que hacían las agujas de su viejo reloj, tal vez el tiempo también se había detenido para escuchar esa extraña risa. Por que era cierto, aquella no era su risa habitual, bueno “habitual” no, “antigua”. Más bien era una risa contenida, como la que sueltas cuando estás nervioso o tienes miedo de algo. Pero, ¿miedo a qué?


Amanda se sintió agotada de pronto. Fuera lo que fuese que acababa de ocurrirle ya descubriría al día siguiente las consecuencias...

domingo, 12 de febrero de 2012

-Capítulo 6

Ante eso su madre adoptó una actitud fría y convirtió su rostro en una máscara inexpresiva y contestó:
           
            -Aquí la única a la que solo le importa ella misma eres tú. Tanto tiempo esforzándote en negar que alguien se ha ido y solo te ha servido para irte tú también. Y lo peor es que nos has condenado a los demás a compartir contigo ese castigo. Yo, por mi parte, intento con todo mi ser quitarme de encima el peso al que me han sentenciado. Si tú misma no te ayudas, ¿por qué he de hacerlo yo? Soy tu madre, no el verdugo que te quiere torturar. Acéptalo, tú eres tu única asesina.

            La voz de Sandra fue incluso más gélida que su actitud. Amanda sintió como si la estuvieran abofeteando, solo que era peor porque en su interior sabía que todo lo que su madre le estaba diciendo era verdad, la pura verdad, después de tantos psicólogos y tantas tonterías, su madre había acertado mejor que cualquier doctor especializado a la que habían llevado ese verano. Pero claro, era su madre, aparte de su abuelo una de las personas a las que estaba unidas (estaba, en pasado; era deprimente como parecía haber perdido tanto en unos meses, más que perdido lo había arrojado al río como si fueran simple pan para los peces). En un instante recordó como solía burlarse su madre de ella de predecible cuando apenas empezó a hablar. Una vocecita en el fondo de su mente se preguntó si después de todo, su madre lo había sabido todo antes de ir a la primera consulta. Seguramente tenía la esperanza de estar equivocada. 

            La persona siempre dispuesta a acarrear con todos los problemas y responsabilidades a sus hombros parecía haberse cansado de la abundante carga y la había dejado con Amanda, ahí a sus pies con esa acusación. No era como algo metafórico sino como algo totalmente real.

            Después de unos minutos de silencio lleno de acusaciones y remordimientos por parte de Amanda y Sandra y de la incomodidad de Yala, Amanda se arrojó a los brazos de su madre que inmediatamente se destapó del comportamiento distante y la abrazó con fuerza mientras su hija rompía a llorar. En sí este hecho no debería haberla sorprendido pero lloraba con tanta fuerza y con... vida. Era como el llanto de un niño, de un bebé que no sabe cómo enfrentarse al mundo por su debilidad y pide ayuda.

            Antes de esta situación inesperada Sandra había tenido miedo de que las terribles palabras que habían salido de su boca con la injusticia del reproche por parte de su hija tuvieran por consecuencia un empeoramiento en Amanda pero sorprendentemente habían tenido el efecto contrario.

Poco a poco el fuerte llanto de Amanda se fue convirtiendo en sollozos.

            -Lo sé. Lo siento, lo siento mucho. Me he portado fatal. Volveré, volveré a la normalidad. Es verdad -no paraba de lamentarse, parecía que por fin había estallado su burbuja de aislamiento y de pronto y de golpe veía todos los problemas que había dejado tras de sí en su aturdimiento más allá de la venda que le había tapado los ojos.