jueves, 27 de octubre de 2011

-Capítulo 4

Al ver aquella sonrisa en la cara de su madre, Amanda comprendió lo poco que debía sacrificarse para alegrar un poco a los que más la querían, y del mismo modo espantar de su propio corazón algo de tristeza.

            -¿Cuándo vas a volver al instituto? -preguntó Yala a Amanda sin pensarlo dos veces. La anciana creía haber visto a muchos adolescentes con mochilas escolares dirigirse al centro.

            Amanda -que seguía bebiendo del vaso de la pastilla- miró muy fijamente a su madre, intentando encontrar algún cambio de su expresión que delatara su reacción, además ella no conocía la respuesta a esa incógnita. Pero ésta se mantuvo indiferente.

            -Bueno, esperemos que pronto. Ya hablé con el director y por ahora nos ha concedido unas semanas para que Amanda se recuperara de la... depresión -lo dijo con voz cálida y amable-. Obviamente no le comenté el tiempo que hacía de esto, ya que supuse que no lo pasaría por alto -pronunciaba cada palabra con lentitud como si estuviera sopesando las palabras antes de pronunciarlas. Mientras hablaba cogió el vaso de las manos de su hija, ya que se había acabado el medicamento.

            -¿Cuánto tiempo hace que hablaste con él?, es decir, ¿cuánto tiempo falta para que tenga que volver al instituto? -Amanda comenzó a preguntar tranquila pero a medida que hablaba el pánico se iba reflejando en el tono de su voz.

            -Espérala frenó su madre-, hablé con el Director hace unas semanas, antes de que empezara el nuevo curso escolar; nos dijo -se esforzó en usar el plural para que su hija no pensara que no contaba con su madre- que dentro de... lo que ahora será una semana debías volver.

            -¿Y cuándo pensabas decírmelo? -más que preguntar lo que estaba haciendo Amanda era echarle en cara que su madre se había "olvidado" un gran detalle, que desde el principio debía haberle comentado. Amanda se sentía frustrada, pero sobretodo el sentimiento que la estaba poseyendo en ese momento era, sin duda, el miedo. El miedo de volver a caminar por la calle, el miedo de volver a estar rodeada de gente (no poder huir de ella y de sus miradas) miedo a volver, en general, a volver a llevar una vida normal. O simplemente miedo a volver a vivir. Ante tal idea a la joven le empezaron a humedecer los ojos. Las lágrimas querían recorrer sus mejillas grisáceas pero Amanda lo impedía, produciéndole una gran agonía.

            Aunque a Amanda le parecía que el tiempo se había congelado, en realidad la carrera de emociones que recorrían su cuerpo se produjo en tal solo una fracción de segundo. Para su abuela y su madre, en cambio el tiempo estaba corriendo a gran velocidad. Ninguna de las tres sabía cómo actuar, no sabían que debían hacer.

            ¿Lo he hecho mal? ¿Qué era lo correcto? ¿Qué tendría que haber hecho para que esto saliera bien, o al menos mejor? Se preguntaba a sí misma la madre de Amanda.

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